Este era el seudónimo de Ana Teresa Parra Sanojo, nacida en
París en 1889 y residenciada en Caracas desde los 3 años. Parte de su infancia
transcurrió en "El Tazón", la hacienda familiar, ubicada entre
Tumerito y Piedra Azul. Al quedar huérfana de Padre, vuelve con su madre y
hermanos a Europa y después de diez años regresa al país, en plena dictadura
gomecista, época en comienza a revelarse como escritora en artículos publicados
en diferentes diarios capitalinos. Más tarde se convertiría en una de las más
destacadas creadoras de la literatura venezolana. Escribió dos novelas que la
inmortalizaron en toda América: "Ifigenia" y "Memorias de Mamá
Blanca".
En sus últimos años lleva en proyecto una biografía de Simón
Bolívar, por quien siente gran admiración. Pero no logra terminarla, debido a
que en esos días se manifiestan los síntomas de una grave enfermedad pulmonar. Para intentar recuperarse se interna en un sanatorio suizo,
desde donde mantiene una viva correspondencia con sus amigos. Los deseos de
recuperación que recibe de muchas partes de poco le sirven, pues su salud
empeora progresivamente. La crítica situación europea que antecede a la Segunda
Guerra Mundial la obliga a abandonar Suiza; se traslada entonces al sanatorio
de La Fuenfría, en la Sierra de Guadarrama, a pocos kilómetros de Madrid.
En 1934 se le diagnostica una bronquitis asmática, que finalmente
acaba con su vida el 23 de abril de 1936, cuando cuenta con 46 años de edad.
Para el momento de su muerte la acompañan su madre, Isabel Sanojo de Parra; su
hermana María y su amiga Lydia Cabrera, escritora cubana que le dedicara a
Teresa su libro Cuentos negros.
Sus restos, sepultados en el cementerio de Almudena, son
repatriados en 1947 al panteón familiar Parra Sanojo y finalmente al cumplirse
el centenario de su nacimiento son llevados el 7 de noviembre de 1989 al
Panteón Nacional de Venezuela.