El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX,
promulgó un documento llamado "Ineffabilis Deus" en el que estableció
que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba
adornada con la gracia santificante.
Desde entonces, esta es de las verdades que los
católicos creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o
artículo de fe.
La Virgen María fue "dotada por Dios con
dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel
Gabriel pudo saludar a María como "llena
de gracia" porque ella
estaba totalmente llena de la Gracia de Dios.
Dios la bendijo con toda clase de bendiciones
espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de
la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo". (LG, n. 53)
La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de
los aspectos más difundidos de la devoción mariana. Tanto en Europa como en
América se adoptó a la Inmaculada Concepción como patrona de muchos lugares.
María tiene un lugar muy especial dentro de la
Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de
haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la
mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.
Con esto, hay que entender que Dios nos regala
también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para
cumplir con la misión que nos ha encomendado y así seguir el camino al Cielo,
fieles a su Iglesia Católica.
Podemos aprender que es muy importante para
nosotros recibir el Bautismo, que sí nacimos con la mancha del pecado original.
Al bautizarnos, recibimos la gracia santificante que borra de nuestra alma el
pecado original. Además, nos hacemos hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Al
recibir este sacramento, podemos recibir los demás.
Para conservar limpia de pecado nuestra alma
podemos acudir al Sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, donde
encontramos a Dios vivo.
Hay quienes dicen que María fue una mujer como
cualquier otra y niegan su Inmaculada Concepción. Dicen que esto no pudo haber
sido posible, que todos nacimos con pecado original. En el Catecismo de la
Iglesia Católica podemos leer acerca de la Inmaculada Concepción de María en
los números 490 al 493.
El alma de María fue preservada de toda mancha
del pecado original, desde el momento de su concepción.
María siempre estuvo llena de Dios para poder
cumplir con la misión que Dios tenía para Ella.
Con el Sacramento del Bautismo se nos borra el
pecado original.
Dios regala a cada uno de nosotros las gracias
necesarias y suficientes, para que podamos cumplir con la misión que nos ha
encomendado.