Hace 155 años dejó de existir Manuela Sáenz
Aizpuru, patriota ecuatoriana reconocida por la historiografía
hispanoamericana como heroína de la Independencia de América del Sur. Es
conocida también como la «Libertadora del Libertador», pues entre 1822 y 1830
fue la compañera sentimental de Simón Bolívar. Hija de Simón Sáenz Vergara,
español, y de la criolla María Joaquina de Aizpuru, Manuelita Sáenz había
nacido en Quito un 27 de diciembre, en 1795 ó 1797 (al respecto hay
discrepancia entre las fuentes). Su madre —sobre esto tampoco se tiene certeza
histórica— murió el día que nació Manuela o, según otras versiones, dos años
más tarde, por lo cual la niña fue entregada al Convento de las Monjas
Conceptas (Real Monasterio de la Limpia e Inmaculada Concepción), en el que
vivió los primeros años de su vida.
Completada su formación en el convento, pasó al
monasterio de Santa Catalina de Siena (Quito), de la Orden de Santo Domingo,
recibiendo la clase de educación que en aquellos tiempos se impartía a las
señoritas de las familias pudientes de la ciudad. Aprendió a bordar, a elaborar
dulces y a comunicarse en inglés y francés, habilidades y labores con las que
se mantendría en sus años de exilio en Paita (Perú).
A los 17 años huyó del convento, al parecer, luego
de ser seducida por un oficial del Ejército Real. Dos años más tarde, en
diciembre de 1816, conoció en Quito a James Thorne, acaudalado médico inglés,
veintiséis años mayor que ella, que entonces tenía 19 años. Su padre, por
razones de conveniencia, de acuerdo a los usos de la época, pactó su boda para
julio de 1817, celebrándose el matrimonio en Lima, ciudad que no conocía las
condiciones «ilegítimas» de su nacimiento.
Por tal razón, Manuelita fue inicialmente aceptada
en el ambiente aristocrático de la ciudad virreinal, donde se involucró de
lleno en actividades políticas, en el marco del descontento creciente hacia las
autoridades españolas, situación en la cual las mujeres ejercieron una gran
influencia en los círculos virreinales, como ocurría usualmente en todo lo que
tenía que ver con la obtención de empleos y cargos para sus padres, esposos
e hijos.
Informadas de los acontecimientos en el virreinato,
muchas de aquellas damas, entre ellas Manuela, participaron de manera decidida
en los movimientos revolucionarios, apoyando la causa de Bolívar en la Nueva
Granada y de San Martín en el Perú. Manuela contribuyó decididamente en el
cambio del Batallón Numancia, del cual formaba parte su hermano José María,
hacia las filas patriotas. José de San Martín, luego de tomar Lima y proclamar
su independencia el 28 de julio de 1821, le confirió a Manuelita Sáenz el
título de Caballeresa de la Orden “Sol del Perú”.
Manuela regresó al Ecuador en 1821, para reclamar
la parte que le correspondía como herencia. El 16 de junio de 1822 vería por
primera vez a Simón Bolívar, durante la entrada triunfal del Libertador a
Quito. Así describe el momento en su diario: “Cuando se acercaba al paso de
nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para
que cayera al frente del caballo de S.E.; pero con tal suerte que fue a parar
con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me
ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún
con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo
con el sombrero pavonado que traía a la mano”.
Al encontrarse de nuevo en un baile de bienvenida
al Libertador, Bolívar le dirigió estas palabras: «Señora: si mis
soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España». Poco
después, Manuela y Simón Bolívar se convirtieron en amantes y compañeros de
lucha. En 1823 Manuelita le acompañó al Perú y permaneció a su lado durante
buena parte de las campañas, participando en ellas activamente, hasta culminar
la gesta libertadora.
Manuela Sáenz combatió en la Batalla de Pichincha, recibiendo
el grado de teniente de húsares del Ejército Libertador. Posteriormente luchó
en Ayacucho bajo las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, quien le
sugirió a Bolívar su ascenso a coronela, rango que le fue concedido.
Lograda la Independencia, Bolívar y Manuela se radicaron en la ciudad de
Santa Fé de Bogotá, donde el 25 de septiembre de 1828, el Libertador sufriría
un atentado que se frustró gracias a la valiente intervención de Manuelita. Sus
enemigos políticos, conjurados para darle muerte aquella noche, fueron
descubiertos por Manuela al entrar al palacio de San Carlos (actualmente sede
de la Cancillería de Colombia). La valiente mujer se plantó frente a los
rebeldes, dando tiempo a que Bolívar salvara su vida escapando por la ventana.
Por estas acciones, el mismo Bolívar la llamó la Libertadora del Libertador.
Después del fallecimiento de Bolívar, el gobierno
de Francisco de Paula Santander desterró a Manuelita Sáenz de Colombia, por lo
cual hubo de marchar exiliada a Jamaica. Regresó a Ecuador en 1835, pero su
pasaporte fue revocado, decidiendo entonces instalarse en el pueblo de Paita,
al norte del Perú. Allí sería visitada por personajes como el patriota
italiano Giuseppe Garibaldi (quien la acompañó en sus últimos momentos), el
escritor peruano Ricardo Palma (que se basó en sus relatos para redactar parte
de sus Tradiciones peruanas) o el venezolano Simón Rodríguez.
Durante los siguientes 25 años viviría de la venta de tabaco, de traducir y
escribir cartas para los balleneros americanos que pasaban por la zona, de
bordar y hacer dulces por encargo.
Manuelita Sáenz falleció el 23 de noviembre de
1856, a los 59 años de edad, en la población de Paita, Perú, durante una
epidemia de difteria que azotó la región. Su cuerpo fue sepultado en una fosa
común del cementerio local y todas sus posesiones fueron incineradas,
incluyendo una parte importante de las cartas de amor de Bolívar y documentos
de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia. Manuelita entregó a
O’Leary gran parte de los documentos con que este elaboró la voluminosa
biografía sobre el Libertador, de quien Manuela llegó a decir: «Vivo adoré a
Bolívar, muerto lo venero».
El 5 de julio de 2010, durante la conmemoración del
199° aniversario de la firma del Acta de Independencia de Venezuela, fue
colocado en el Panteón Nacional un cofre que contiene tierra de la localidad
peruana de Paita, donde fue enterrada Manuela Sáenz. Estos restos simbólicos
fueron trasladados por vía terrestre desde Perú, atravesando Ecuador, Colombia y
Venezuela hasta arribar a Caracas, donde reposan en un sarcófago junto al Altar
Principal, donde yacen los restos de Simón Bolívar. Adicionalmente, a Sáenz se
le concedió póstumamente el ascenso a Generala de división del Ejército
Nacional Bolivariano por su participación en la guerra independentista, en un
acto al que asistieron los presidentes de Ecuador y Venezuela.