El 4 de junio de 1830, día viernes, muy temprano por
la mañana, Antonio José de Sucre toma el camino de su cita final. En el sendero estrecho a Cabuyal, en las
montañas de Berruecos, cuatro asesinos contactados por José María Obando lo
esperaban. Ellos eran: Apolinar Morillo, venezolano, Andrés Rodríguez y Juan
Cruz, peruanos, y Juan Gregorio Rodríguez, de Tolima, Colombia. Cuando pasa la
comitiva, una voz grita: «¡General Sucre!». El joven General, de apenas 35 años
de edad, voltea y en el acto suenan los disparos. Sólo pudo oírsele decir: «¡Ay
balazo!». Y cayó muerto el novel General cumanés, víctima de las intrigas y las
ambiciones.
Al conocer la noticia,
Bolívar, lleno de dolor, exclama: «Se ha derramado, Dios excelso, la sangre del
inocente Abel...
NECROLOGIA
El General en Jefe Antonio
José de Sucre ha sido asesinado el 4 de junio de 1830: y Colombia debe llorar su
muerte como una pérdida nacional.
El General Sucre nació en Cumaná, capital del
departamento de Maturín, en el año de 1795. Su primera educación fue de las
mejores que en aquella época se proporcionaban en estos países.
La revolución del año de 10 encontró a Sucre al
salir de la puericia. La flor de la juventud, impelida de un instinto noble y
del amor a su patria, corrió a las armas, sin esperanzas de hacer fortuna, y
sin más objeto que la gloria y la libertad. De este número fue Sucre.
Desde luego se presintieron sus destinos. El se
consagró al estudio que debía hacerle digno de su elevación.
Unió su aplicación estudiosa al amor del orden, á la
subordinación estricta y a la obediencia a las leyes.
Con estas disposiciones sirvió desde el año de 10 y
ascendió sucesivamente desde subteniente hasta Coronel.
Su capacidad y su mérito le hicieron destinar al
Estado Mayor, y en este ramo importante del servicio mereció ser elevado al
empleo de General de Brigada, en tiempo en que no se prodigaban tan elevados puestos
de la milicia.
En el año de 20 fue la entrevista del Libertador con
el General del ejército español don Pablo Morillo. Un armisticio y la
regularización de la guerra fueron los efectos de aquel suceso memorable. El
General Sucre, ya distinguido por sus talentos, por sus luces, por su destreza
y su discreción, fue uno de los escogidos para concluir los convenios; y ellos
serán siempre un monumento de su tino y capacidad en los negocios diplomáticos.
Hasta entonces la carrera militar del General Sucre,
ni fue oscura ni brillante; porque no había mandado cuerpos de ejército, y
porque comúnmente el brillo de las armas no refleja sino en la espada del
General.
El año de 21 comienza su época gloriosa. El
departamento de Guayaquil había arrojado el yugo español, y necesitaba de un
Jefe que dirigiera sus movimientos y lo pusiera á cubierto de las empresas de
los enemigos que ocupaban al Ecuador, Asuay y una parte del Cauca. El General
Sucre fue escogido para esta empresa importante y trascendental.
El salvó á Guayaquil, cuando la traición de un Jefe
expuso el Departamento a recaer en poder de los españoles: reanimó los
espíritus, inspiró confianza, restableció el orden, organizó los escuadrones de
Yaguachi y preparó la victoria de Pichincha.
En Pichincha consumó la creación de la República.
Con el Sur libre, se presentó al universo Colombia en su integridad natural, y
se fundaron las esperanzas de la libertad del Perú y de la creación de dos
nuevas repúblicas; su recompensa fue el ascenso a General de División.
Pasto se libertó en Pichincha, y Pasto mal
aconsejado se armó nuevamente contra sus libertadores. Correspondía al General
Sucre asegurar el fruto de su victoria: fue encargado de someter de nuevo á
Pasto, y correspondió á la confianza que de él se hizo con la celeridad y
gloria con que están marcadas todas sus empresas.
El genio, el mérito, la misma gloria lo llamaban al
Perú, Precedió al Libertador, fue acogido con entusiasmo y encargado del
Gobierno del Estado en una situación demasiado crítica. Sus esfuerzos
correspondieron a la confianza que de él se tuvo: y conservó la autoridad hasta
que fue encargada al Libertador.
Fue preciso crear y organizar el ejército, y
conferir el mando á un General experimentado y digno de acometer y dirigir la
ardua empresa de arrojar al ejército español de todo el, Perú. La elección
recayó en el General Sucre, aunque era el más moderno de los de su grado que existía
allí.
No permiten los límites de este artículo referir
todo lo que hizo aquel diestro capitán. Jamás vió la América un ejército más
disciplinado, más moral, ni más digno de un perfecto General. Sus movimientos
estratégicos, su retirada, la elección del campo en que debía triunfar, todo
fue grande, todo inspiró respeto á los enemigos, y todo contribuyó á la esplendidez
de la más señalada victoria sostenida en el Nuevo Mundo.
Bolivia fue una creación de Ayacucho, y los bolivianos, en su
exaltación, escogieron para su primer gobernante al que les dió el ser. El
General Sucre presidió los destinos de aquella nueva República con acierto y
justicia. Allí desenvolvió sus talentos administrativos, el genio de un
fundador y las miras extensas de un grande hombre. Zanjó los cimientos de un hermoso
edificio, y resolvió dejar el mando supremo y volver a su patria, por vivir
como ciudadano y dar un ejemplo práctico de republicanismo.
Pisó las playas de su patria cuando ya la guerra con
el Perú era inevitable. El fue precedido de la noticia de su próxima llegada; y
el Gobierno quiso aprovechar esta ventaja. Le nombró Jefe superior político y
militar de los Departamentos del Sur, y el suceso justificó la elección. El
General Sucre aceptó el mando por el tiempo preciso de la campaña. Formó su
plan de operaciones, hizo mover los cuerpos, escogió a Tarquí para teatro de su
última proeza, dio la batalla, triunfó, concluyó el memorable convenio de Girón
y dejó de mandar.
Estaba convocado el Congreso constituyente que
debiera fijar los destinos de Colombia, y Cumaná su país natal, puso los ojos
en él. Sus distinguidas cualidades decidieron á aquel cuerpo a elegirlo para su
Presidente, y posteriormente para la ardua comisión que se dirigió á Venezuela.
Ella no tuvo el suceso prometido; empero sirvió para mostrar su capacidad.
Habiendo regresado á la capital, resolvió marchar precipitadamente á los
Departamentos del Ecuador, donde creía su presencia importante. El fue
advertido de los riesgos que corría, y confiado en su nombre y en su mérito, no
quiso tomar las precauciones convenientes.
Esto lo perdió. El día 4 de junio en la montaña de
Berruecos cerca de Pasto, recibió una descarga de fusilaría que lo privó de la
vida. El Prefecto y Comandante General del Cauca están (en 1830) practicando
las diligencias más activas en el descubrimiento y persecución de los asesinos.
¡Así murió a los 35 años de edad el vencedor de Ayacucho! ¡Así acabó su vida
corta, pero tan llena de merecimientos!.
Si hubiera exhalado su espíritu sobre el teatro de
la victoria; con su último aliento habría dado gracias al cielo de haberle
reservado una muerte gloriosa; pero asesinado cobardemente en una oscura
montaña, él deja á su patria el deber de perseguir esta alevosía, y de adoptar
medidas que corten nuevos escándalos y la repetición de escenas tan lamentables
como oprobiosas.
(Gaceta
de Colombia de 4 de julio de 1830)