Las Naciones
Unidas se han comprometido a fortalecer la tolerancia mediante el fomento de la
comprensión mutua entre las culturas y los pueblos. Este imperativo está en la
base de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, y es más importante que nunca en una era en que el extremismo
y el radicalismo violentos van en aumento y en que se amplÃan los conflictos
caracterizados por un menosprecio fundamental de la vida humana.
En 1995, los
paÃses miembros de la UNESCO adoptaron una Declaración de Principios sobre la
Tolerancia. La Declaración afirma, entre otras cosas, que la tolerancia no es
indulgencia o indiferencia, es el respeto y el saber apreciar la riqueza y
variedad de las culturas del mundo y las distintas formas de expresión de los
seres humanos. La tolerancia reconoce los derechos humanos universales y las
libertades fundamentales de los otros. La gente es naturalmente diversa; sólo
la tolerancia puede asegurar la supervivencia de comunidades mixtas en cada
región del mundo.
La Declaración
describe la tolerancia no sólo como un deber moral, sino como un requerimiento
polÃtico y legal para los individuos, los grupos y los estados. Sitúa a la
tolerancia en el marco del derecho internacional sobre derechos humanos,
elaborados en los últimos cincuenta años y pide a los estados que legislen para
proteger la igualdad de oportunidades de todos los grupos e individuos de la sociedad.
La injusticia,
la violencia, la discriminación y la marginalización son formas comunes de
intolerancia. La educación es un elemento clave para luchar contra estas formas
de exclusión y ayudar a los jóvenes a desarrollar una actitud independiente y un
comportamiento ético. La diversidad de religiones, culturas, lenguas y etnias
no debe ser motivo de conflicto sino una riqueza valorada por todos